Silvio Rodríguez, El Necio
Cerca de 2 meses atrás desenterré de
mi reproductor de música a Silvio Rodríguez. Lo había tenido medio “olvidado”
por un par de años. No sé si habrá sido algún tipo de nostalgia de mi tiempo de
la U en Concepción o quizás el estar por unos meses lejos de Chile. La cuestión
es que de repente me puse a escucharlo y estuve pegado como una semana dándole
a su disco que más me gusta, precisamente el disco llamado Silvio. Y pasó lo que
tantas veces pasa. Lo viejo se hizo nuevo. Una canción que había escuchado
decenas de veces sin prestarle mayor atención se convirtió en toda una
experiencia de Dios. Creo que Silvio nunca se imaginó que su canción El
Necio podía utilizarse para
fortalecer la fe...
En la canción, Silvio se siente tomado
como un "necio" por vivir y defender su causa, se experimenta
cuestionado y criticado por identificarse con la revolución. El mundo le
propone que reniegue de lo suyo para conservar su honra, que esa locura a la que
entrega su vida pasó de moda. Sin embargo, mantiene su fe y convicción,
mantiene la esperanza... ¡Cómo tiene sentido esa misma experiencia para quien ha hecho de su vida seguir a Cristo! Ya lo decía san Pablo... La
sabiduría de Dios es locura para el mundo, es necedad para los hombres (1 Co 2,
14). Esa es precisamente la clave para rezar
esta canción, o para reflexionarla a la luz de la fe.
Mi experiencia ha sido que la fe
regala la posibilidad de vivir en plenitud la vida entera. Me hace sentir uno
con los hombres, ilumina mi manera de relacionarme con cada persona,
experimento la naturaleza de manera intensa, en fin, la vida a sus anchas. Pero
al mismo tiempo, ser católico significa estar en confrontación directa con el
paradigma de turno que la sociedad valida... materialismo, consumismo,
hedonismo, etc. Y es allí, es justamente allí donde nos convertimos en necios
para el mundo. En el momento en que nos armamos de valor para separarnos de lo
establecido o lo socialmente correcto, entonces nuestra sabiduría se convierte
en necedad a los ojos del mundo.
¿Perdonar? No, devuélvele lo que se
merece. ¿Ah, y no sólo una vez, sino que todas las que sea necesario? Eso ya es
estupidez. ¿Comprometerte a amar a alguien para toda la vida… por qué, para
qué? No, no… eso tampoco tiene sentido. ¿Por qué no te quedaste con esos pesos
de saldo? Eres un gil, nadie se iba a dar cuenta. ¿Por qué no
copiaste en el examen si el profesor miraba para otro lado? Ah, no, lo tuyo es
tontera.
Es genial el recorrido que El Necio a la luz de la fe
nos invita a realizar. Comenzando por la primera estrofa...
¡qué difícil resulta sustraerme de lo que digan o hablen los demás de mí!
Amigos, compañeros de clase o de trabajo me invitan o me han invitado tantas
veces a renegar y a arrepentirme de
mi fe, a dejar a Dios fuera de mis conversaciones para así conservar ese
ícono o imagen, para así ganarme un lugar en el altarcito y
en el reconocimiento.
Después vienen las estrofas de la
convicción, fe y esperanza... quiero
seguir jugando a lo perdido... pero perdido a los ojos del mundo, a lo que ellos llaman perdido y que para mí es la verdad más profunda. Quiero
rezar a fondo un padre nuestro, dirigido al cielo, pero también un hijo nuestro que no es más
que el compromiso con todos los hombres que Dios me confía y con los que me invita a compartir. Así, aunque digan
que la gente es mala y no
merece, que el mundo está perdido, que ya no hay lugar para el amor,
el bien, la fe o la justicia, yo seguiré soñando travesuras,
seguiré disponiendo mis manos, seguiré presentando mi humilde ofrenda de unos
cuantos panes y peces para que Dios haga el milagro de multiplicarlos.
En la última estrofa, más allá de las
amenazas físicas a las que hace alusión, me quedo con la última parte. ¿Será que la necedad parió
conmigo?... porque yo no hice
mucho al respecto... parece que es la gracia con su iniciativa, es el Dios que
me arrebata y toma posesión. Y sí, hoy
resulta necio ser cristiano, ¡que
necio resulta hoy en día asumir al enemigo y amarlo!, y que necio resulta,
sin lugar a dudas, vivir sin
tener precio, vivir en la gratuidad, compartir sin números ni medidas, ir a
trabajos o a misiones en el tiempo en que uno "debería" estar de
vacaciones, en fin, regalar la vida, compartirla.
El coro de la canción es muy interesante también. Caminando fui lo que fui... es así... mi
fe la construyo día a día, mi fe ha de traducirse en actos y conductas
concretas. Al cantar "caminando fui lo que fui" me dispongo y me animo a encarnar
realmente lo que creo, a vivir lo que proclamo. Y aquí viene un cambio
fundamental: Silvio dice Allá
Dios, que será divino, separándolo
del mundo, rechazándolo, dejándolo de lado, pero yo digo, haya Dios, que será divino, que haya Dios en la tierra, que
haya Dios en nuestras poblaciones y universidades, que haya Dios en nuestros
gobernantes, que haya Dios en todas partes y esta tierra nuestra será realmente divina.
Así es. Ser católico es muchas veces
locura para el mundo. Y diría que cuando no lo es hay que preocuparse. Significa
que nos hemos mimetizado con el ambiente. Porque como decimos dentro de una
agrupación de jóvenes católicos que quiero mucho, "ser cristiano es ser un signo de contradicción, es nadar muchas veces contra la corriente, es convertirse para el mundo en una interrogante irresistible".
EL NECIO
Para no hacer de mi ícono pedazos,
para salvarme entre únicos e impares,
para cederme un lugar en su Parnaso,
para darme un rinconcito en sus altares.
Me vienen a convidar a arrepentirme,
me vienen a convidar a que no pierda,
mi vienen a convidar a indefinirme,
me vienen a convidar a tanta mierda.
Coro
Yo no sé lo que es el destino,
caminando fui lo que fui.
Allá Dios, que será divino.
Yo me muero como viví.
Yo quiero seguir jugando a lo perdido,
yo quiero ser a la zurda más que diestro,
yo quiero hacer un congreso del unido,
yo quiero rezar a fondo un hijonuestro.
Dirán que pasó de moda la locura,
dirán que la gente es mala y no merece,
más yo seguiré soñando travesuras
(acaso multiplicar panes y peces).
Coro
Dicen que me arrastrarán por sobre rocas
cuando la Revolución se venga abajo,
que machacarán mis manos y mi boca,
que me arrancarán los ojos y el badajo.
Será que la necedad parió conmigo,
la necedad de lo que hoy resulta necio:
la necedad de asumir al enemigo,
la necedad de vivir sin tener precio.
Coro
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